He
leído la obra en prosa poética de don Carlos Asenjo Sedano, Guadix: la campana. Si dijera que me ha
sorprendido mentiría, pues este hombre singular posee un talento extraordinario
y una personalidad arrolladora que ha llenado los estantes de libros sobre la
ciudad de Guadix, con su mirada lúcida, desde los prismas del investigador histórico
y del escritor prolífico.
Guadix
es el epicentro de toda su producción literaria y científica, Guadix y su
comarca, su tierra natal. Y es Guadix la gran caja de resonancia de este
hermoso libro. La ciudad se convierte en al ritmo de distintos toques de
campana en un auditorio de experiencias, recuerdos y emociones del autor, que
de tanto hurgar en su historia, nos sumerge ahora en la intrahistoria accitana.
El
toque a veces llama “a liturgia”; convocando a las gentes no sólo a la liturgia
de la misa, sino a la liturgia del quehacer de cada día desde tiempos
pretéritos, a las costumbres, a los rituales que otorgan identidad a un pueblo
cuya existencia se remonta al principio del mundo, pues así lo atestiguan su
geografía y su orografía. El autor es consciente de que su ciudad es un enclave
estratégico, con una belleza y una fuerza telúrica inconmensurable y esto se
expresa a toque de campana. La campana es el corazón del autor y sus toques son
los latidos, los pálpitos de las emociones.
El
toque de campana es el resorte evocador que a veces suena “a rebato” que arrastra recuerdos desoladores en los que la muerte
es una fiera encarnizada engullendo a su paso voluntades, conciencias y
dignidad. En la memoria del autor reverberan escenas de la Guerra Civil,
vividas en su infancia.
Para
finalmente tocar “a mort” o “a pino”, invitando al silencio de la
contemplación, del respeto y del duelo;
el duelo por todo lo que la ciudad ha perdido a lo largo de la historia.
El silencio de un día de nieve, el silencio de los atardeceres rojo candente de
Guadix…, el silencio de su paisaje y de su gente.
Pero
la campana y sus toques también marcan el trascurso del tiempo en la ciudad. El
paso a veces precipitado y a veces lento de los recuerdos del autor al que tocó
vivir una de las etapas de la historia
de España más descarnadas. En sus comentarios alegóricos hace un análisis del
paisaje y del paisanaje y lo hace a veces con dolor, con una prosa lírica que
además nos cuenta una historia: la de la ciudad. Para ello se sirve de todos
los elementos que caracterizan un texto poético en el que la metáfora principal
es la campana. La anáfora se utiliza constantemente, sobre todo la repetición
de palabras que dotan de ritmo a la obra, imitando los toques.
La
antítesis es otra de las figuras de las que se sirve el autor para adentrase en
la psicología de los accitanos que describe como individuos paradójicos,
cargados de contradicciones.
Es,
a mi parecer, la obra literaria más original de C. Asenjo que sin alejarse de su obsesión principal:
Guadix, es fruto de la experimentación de nuevos registros narrativos más
sentidos que pensados; de ahí su carácter lírico. Pero escritos con la
exquisitez que sólo se consigue con la frescura de la emoción. Porque “Guadix:
la campana” está escrita desde la emoción y la experiencia de un observador que
no es ajeno a aquello que nos cuenta. Por eso, sumerge al lector en un universo
sensorial y sentimental que sobrecoge.
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