Ana de Arce llega a Guadix tras recibir una carta en la que se la emplaza a la lectura del testamento de su padrino, el dramaturgo y poeta accitano del Siglo de Oro que fuera Arcediano de la catedral, don Antonio Mira de Amescua. El escribano, don Pablo de Hinojosa, le hace entrega de un cofre que contiene dos curiosos documentos pertenecientes al escritor: La carta de liberación de una esclava morisca y un memorial redactado por la misma. Durante su estancia en Guadix, la muchacha irá descubriendo aspectos de la vida del poeta que desconocía y que resultan de gran trascendencia para ella.
Mira de Amescua es una figura poco conocida de la literatura española, a pesar de su gran producción literaria. Fue hijo de don Melchor de Mescua y Mira y doña Beatriz de Torres, descendientes de hidalgos asentados en Guadix y Berja tras la reconquista, ambos mozos solteros, según atestiguan las pruebas de limpieza de sangre para sus Canonjías en Granada y Guadix. El halo de misterio que rodea la figura materna, así como el vacío documental relativo a doña Beatriz son los elementos que inspiran esta novela, en la que se mezclan historia y ficción, tanto en los personajes como en los acontecimientos que conforman la trama.



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