domingo, 13 de diciembre de 2020

EL DOLOR COMO ELEMENTO ANACRÓNICO, por Carmen Hernández Montalbán.

 




Ha llegado, por fin a mis manos y a mis ojos "Anacronía", el poemario iniciático del poeta Gerardo Rodríguez Salas. Su portada ya impacta, pues presagia la caída libre de unos versos fulgurantes que dejan una estela de fuego y luz, como el meteorito cuando entra en contacto con la atmósfera terrestre.

Anacronía es aquello que es independiente del paso del tiempo o de los límites temporales. El dolor es un elemento anacrónico, pues no entiende de tiempo; su herida se abre cuando menos se espera, agazapada entre los pliegues de la memoria o se prolonga contra toda lógica y pronóstico. El dolor es el ángulo agudo desde cuyo vértice afilado  parten los poemas de este libro. El dolor por la pérdida de un ser querido: el hermano. Son, por tanto estos, unos versos verdaderos, despojados de pretensiones y artificio, construidos en las vísceras y, pulidos por la sensibilidad y el talento de su autor. 

Es en este viaje iniciático donde el protagonista-autor, tendrá que mirar a la cara al dolor, obviado en el inicio, esquivado por la crudeza de los acontecimientos... "Busco palabras, / para nombrar este dolor / que se despeña / por un catálogo de voces mudas, /sentimientos de aceite que flotan en el agua /podrida que me anega".

El viaje interior, coincide con un viaje real a Australia. El autor tendrá que trasladarse en ambos viajes paralelos a las antípodas. Alejarse físicamente, geográficamente, del lugar donde ocurre el fatal accidente, donde aun resuena el eco de la tragedia. Distanciarse para ver con nitidez la imagen difuminada de la pena, pues la magnitud de lo acontecido distorsiona la percepción como una presbicia de las emociones... "El viaje puede ser una fuga al pasado, / un ascenso sin alas al punto de partida..."

Comienza el transito en la primera parte que el autor titula "Ayer": un pretérito imperfecto cuyos límites no están definidos, pues para rescatar los recuerdos, mezcla los tiempos verbales en un mismo poema, como un intento consciente o inconsciente de actualización del duelo, para recordar, poner en orden algo que se resiste a quedar atrás, como una rémora... "Te anunciaron sirenas / prendiendo la calzada / que olía a sangre y gasolina / [...] / Nada hacia la ambulancia nuestra madre sin salvavidas /se derrite la cera en sus oídos". 

En la segunda parte, Ausencia, se hace el hueco, se evidencia el vacío del poeta que, inmerso en el océano de otra cultura y su belleza, da nombre y forma a aquello que ha de quedar atrás. En el poema titulado "Whakapapa": "Hay abrazos que el mito nunca borra. / Te fuiste y me aplastó / la oscuridad más absoluta.". Con la contemplación de la naturaleza, se hace metáfora el dolor. El poeta se identifica con ella en el poema "Jinete de ballenas": "Ya no galopas sola / pues compartir el miedo / también es de heroínas / Y juntas navegamos / el cuero escurridizo / que aun nos late.".

Acaba el periplo con "Porvenir", la tercera parte. Se inicia esta con un poema concluyente de esta experiencia reconciliadora con lo que está por venir. La vida continua, pues a pesar de que es el ánimo el que a veces nos pide a gritos una pausa, es en la vida misma, en el camino, donde tendremos que mudar la piel: "Saltaron los recuerdos / de aquel remoto yo descolorido / y me lloviste como agua austral."

Llega Odiseo (el poeta) a su Ítaca con la certeza de no olvidar el viaje y allí lo abraza Granada, la tierra que guarda en sus entrañas la sangre de aquel que le acompañó en su viaje. Tornó el dolor en palabras cargadas de belleza, cargadas de futuro. Se enciende la luz verde en el semáforo de la vida: "La luz verde, te pierdo / a lo lejos mas dejas / atrás una certeza: / el viaje nunca acaba / porque nunca te fuiste."

Gracias Gerardo por compartir tu carta de navegación.


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